sábado, 17 de abril de 2010

EL DESMADRE LLAMADO BOLIVIA


Justo Romero Limón, empleado de la tienda de caza y pesca Asbún, despegaba los candados de las personas del lugar cuando tres sujetos vestidos de negro le mostraron rápido una credencial, le ordenaron que diga su nombre, lo enmanillaron y lo subieron a una vagoneta Toyota Runner plateada. Ahí comenzó el calvario de este hombre de 40 años, que fue secuestrado y torturado por desconocidos durante más de cuatro horas. Con la boca del estómago, las pantorrillas y las muñecas moreteadas, Romero contó que ni bien subió a la movilidad le pusieron una bolsa negra en la cabeza y al cabo de unos minutos lo bajaron en un cuarto oscuro, ubicado en un segundo piso. Por los olores, él presume que estaba en un motel de los del norte. Ahí lo comenzaron a golpear en la boca del estómago. “Me decían que confiese, que diga dónde están las armas. Me preguntaban por el caso Rózsa y yo no sé nada, sólo soy un empleado”, relató. La casa Asbún fue allanada el jueves 6 por el fiscal Marcelo Soza, que cree que este establecimiento puede estar ligado a la compra de armas para Rózsa. Su dueño, Alfredo Asbún, está detenido en EEUU acusado de tráfico de armas. Según Romero, sus captores tenían acento paceño y le decían que ya llegaría el fiscal y que frente a él iba a hablar. Luego, tomaron uno de sus celulares y comenzaron a hacer llamadas a la familia Asbún, a su esposa y a su sobrino. Lo amenazaron con que si no confesaba, se meterían con su familia. Romero había sacado en consignación 20 salones calibre 22 para comercializarlos y cuando le preguntaron por las armas, dijo que las tenía en su casa. Hasta allí fueron los captores y sólo encontraron las culatas de madera. Volvieron a la habitación y lo golpearon de nuevo. “Me alzaban de las manillas, me ponían la cabeza entre sus piernas y me pateaban en las pantorrillas”, contó. Luego de que entregó los caños de los salones de cacería, lo volvieron a torturar preguntándole por ametralladoras Uzi y por la documentación de la tienda. Le ponían una pistola en el cuello, mientras una voz decía: “Teniente, el arma está cargada”. “No importa, éste tiene que confesar”, respondía uno de los captores. Eran cinco, según cree.Todo terminó pasadas las 13:30, cuando lo dejaron tendido por la zona del Urubó. Se llevaron los Bs 600, un reloj y el chip de uno de sus dos teléfonos. “Esto lo has comprado con las ventas ilícitas”, le gritaron.
el deber
Entiendo que como el contrabando por parte del oficialismo esta a la orden del dia, todos quieran hacer lo mismo, el fizcal se pregunta, para que quieren armas los de una tienda de casa y pesca????
Sera bruto o se hace???
Los militares fuera de control al mejor estilo de la dictadura, encapuchachos robando a la gente, bajo el lema PATRIA O MUERTE O LA CARTERA TAMBIEN
PD se aceptan celulares.

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